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Capítulo 5 FORMACIÓN PARA LA MISIÓN APOSTÓLICA

29 Trabajar unidos
30 Formarse juntos
31 Abrirse a los contextos personales y sociales de los jóvenes
32 Aprender una metodología de colaboración
33 Papel específico del sacerdote formador

29. Trabajar en comunión.

La comunión es la primera y fundamental obra apostólica.

Los apóstoles estén preparados para una misión compartida con los otros agentes.

Ser solitarios en este ámbito significa correr el riesgo de equivocarse.

Es necesario cultivar los dones recibidos, para que crezcan y se multipliquen.

Es indispensable, no bastante, saber poner en común perspectivas y proyectos.

Toda familia es tal cuando logra vivir unida y organizarse como un todo orgánico.

De la misma manera, hemos sido llamados juntos, y juntos hemos sido enviados.

Las diferencias y las originalidades no son anuladas.

Son, por el contrario, sostenidas y potencializadas.

La dispersión de las fuerzas apostólicas y el individualismo en el bien reduce el testimonio evangélico y la eficacia operativa.

En la Familia Salesiana se encuentran trabajando juntos sacerdotes y seglares, religiosos y consagrados, hombres y mujeres, jóvenes y adultos.

Cada uno debe aprender a reconocerse en la multiplicidad de las relaciones, construirlas fraternalmente y dar espacio a los carismas de los demás.

El bien de los jóvenes y del pueblo está por encima y más allá de las preocupaciones del crecimiento y de la imagen de cada uno de los grupos.

30. Formarse juntos.

Un criterio dentro de la vida salesiana es hacer de las experiencias el contenido de la formación.

Se indican dos niveles de formación conjunta, reconociendo que existen otros muchos horizontes posibles.

En la teoría
1
aprender a pensar juntos, para no reducir la realidad al propio punto de vista.Es decir:
  • superar el egoísmo y el individualismo en la organización de la acción;
  • vencer el miedo a tener que confrontarse y compartir;
  • irar al bien de los destinatarios antes que al propio éxito;
  • descentrarse de sí para concentrarse en los demás

2

Oraganizarse para trabajar juntos.Es decir:
  • los diversos Grupos de la Familia Salesiana deben asumir el compromiso de la aplicación práctica de todo lo que contiene la presente Carta de la Misión.
    Es decir:

    • reencontrarse juntos;
    • considerar, en particular, el bien de los jóvenes, de las jóvenes y de la gente.
    • Encontrar un campo común, en cuanto sea posible, para una significativa intervención educativa y apostólica
En la pràctica

Las indicaciones que van a continuación son sólo ejemplos.

La vida es mucho más rica.

La creatividad es también un fruto precioso de la fidelidad a Don Bosco. Es tradición en
muchos lugares, hacer juntos

  • ejercicios espirituales,
  • campamentos,
  • retiros espirituales,
  • escuela de animadores,
  • escuela de oración apostólica,
  • jornadas de reflexión…

31. Abrirse a los contextos personales y sociales de los jóvenes.

La misión apostólica está en la capacidad de llegar al corazón de las personas y a lo esencial de su experiencia diaria, reconociendo urgencias y necesidades de los diferentes contextos culturales y sociales.

“¡Amad lo que aman los jóvenes, para que los jóvenes aprendan a amar lo que amamos nosotros!” repite todavía hoy Don Bosco.

El amor nunca puede ser considerado y vivido instrumentalmente, como si se deseara captar a la persona y atraerla al propio mundo.

Es, en cambio, la actitud expresiva de la encarnación del Señor que ama las realidades humanas, se pone en el centro como fuerza dinámica en la historia de las personas y del mundo, y empuja hacia la plenitud total.

Al apóstol se le pide capacidad de adaptación.

Despojarse de algunos juicios y prejuicios, superar sensibilidades personales para acoger a todos los demás, compartir problemas, perspectivas y expectativas de los jóvenes y de la gente, es realizar aquella inculturación que la Iglesia requiere hoy a todos los misioneros.

32. Aprender una metodología de colaboración.

La actividad educativa y apostólica tiene sus leyes internas y tienen que ser respetadas, especialmente cuando son muchos los agentes llamados a intervenir.

Aprender en la práctica estas leyes es parte sustancial del tiempo de formación de los miembros de los diferentes Grupos.

  • La primera ley es la de la coordinación

La convergencia de las fuerzas en vistas de un objetivo concreto no es nunca un hecho automático.Exige que sea previsto y programado.

Para una coordinación eficaz, cada uno debe conocer exactamente:

* el problema que se pretende resolver,* las posibilidades concretas que se tienen para una intervención de calidad,

* la voluntad de dar y de recibir.

  • La segunda ley es la de la reciprocidad.
Dar y recibir no se pueden leer en sentido único: algo así como que algunos estamos llamados a dar siempre y otros siempre a recibir.La reciprocidad es:

* acogida del don del otro,* reconocimiento del valor del otro,

* colaboración ofrecida con competencia.

  • La tercera ley es la de la responsabilidad compartida

La consecuencia de la estas leyes anteriores viene dada por la capacidad de asumir una responsabilidad primaria y completarla.Asumir una responsabilidad apostólica no es nunca una forma de dominio.

Es siempre un servicio que hay que rendir al Reino de Dios.

Es reconocer la responsabilidad del otro, dando espacio a todos para que participen activamente en el cumplimiento del diseño común.

33. Papel específico del sacerdote formador.

El Concilio Vaticano II presenta a los sacerdotes como guías y educadores del pueblo de Dios.

Escribe: “Las ceremonias pueden ser hermosas y las asociaciones florecientes, pero de poco valdrán si no están en función de educar a los hombres para alcanzar la madurez cristiana“.

Y justifica la afirmación: “Por eso corresponde a los sacerdotes, en cuanto educadores de la fe, procurar personalmente y por medio de otros que cada uno de los fieles sea llevado en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación según el Evangelio, a la caridad sincera y activa, y a la libertad con que Cristo nos liberó“.

El sacerdote salesiano está llamado, por tanto, a una responsabilidad más significativa dentro del sector de la formación.

La Palabra de Dios, los sacramentos y en particular la Eucaristía, el servicio a la unidad y a la caridad representan el tesoro más grande de la Iglesia.

Parafraseando una palabra conciliar, se puede decir que no es posible formar espiritualmente a una familia apostólica si no es asumiendo como raíz y como gozne la celebración de la sagrada Eucaristía, de la cual debe pues comenzar cualquier educación que tienda a formar el espíritu de familia.

Los Grupos de la Familia Salesiana han puesto siempre de manifiesto esta exigencia formativa y la proponen de nuevo por medio de este documento.